La creación de ese lugar en La Matanza (no fue casualidad constuirlo ahí, en ese partido hay gran concentración de villas y, entre ellas, las que aún albergan a los asesinos del ingeniero Barrenechea) fue anunciado como el comienzo de un plan superador para la rehabilitación de los menores delincuentes. Pero lo inauguraron sin dotarlo de personal de asistencia psicológica o social, solamente hombres de seguridad. O sea, crearon una cárcel para mayores donde metieron a menores. Y metieron ahí, a estar encerrados en una celda, solos, las 24 horas, a dos jóvenes que ya habían tenido varios intentos de suicidio cada uno.
El lugar de discordia. De los viejos, se escapaban. En estos, se suicidan.
La total estupidez de los funcionarios para desarrollar cualquier programa de gobierno que tengan delante, de todos modos, no debe tapar la cuestión de fondo. Este hecho lamentable, propiciado por decisiones desacertadas una atrás de la otra, no es excusa para echar atrás la decisión de bajar la imputabilidad de los menores de edad.
El supuesto suicidio de estos dos chicos demuestra la destrucción psicológica que les fue propinando un ambiente familiar y social hostil por donde se lo mire; y exige con urgencia el abordaje de estas problemáticas desde una perspectiva tanto psiquiátrica como social.
Pero estos jóvenes no pueden estar sueltos; porque en un desequilibrio mental se matan; y, en otro, no tienen reparo en salir a matar. ¿Alguien se preguntó si el suicidio no fue producto de una crisis por síndrome de abstinencia de drogas, mientras estuvieron encerrados y nadie les brindó asistencia en ese sentido? Seguro que no.
La realidad de los menores en riesgo es muy compleja. Se requieren años de trabajo para mejorarla. Y si en cada decisión oficial que se toma, lo único que se hace es agravar el problema, entonces se apaga la luz al final del túnel.
No hay comentarios:
Publicar un comentario