viernes, 24 de octubre de 2008

El eterno síndrome de la frazada corta

La ola de robos y crímenes en San Isidro que se conoció en los últimos días motivó, como no podía ser de otra manera, una serie de medidas por parte de la Provincia, improvisadas, apresuradas y por lógica de efectividad a corto plazo; pero, mirando más allá de lo que tardan los noticieros de olvidarse del tema, el panorama se plantea más o menos igual que antes. La circunstancialidad (por no llamarla suerte) determinará si las muertes se siguen sucediendo en esa zona o se mudarán a otra, como ya sucedió antes en Pilar, San Martín y otros municipios del Conurbano.El "superador" plan de seguridad que idearon Aníbal Fernández y Stornelli para San Isidro fue sencillo. Si la gente protesta porque le sacaron la Gendarmería de La Cava, pues les devolvemos la Gendarmería a La Cava. ¿Todo resuelto? Se sabe que no. Los delincuentes no sólo provienen de esa villa; es más, no necesariamente provienen de una villa.



De un lado al otro. Vamos a ver quién cuida los trenes ahora.


Pero lo más llamativo del caso es que cuando hace algún tiempo el Gobierno Nacional decidió retirar las fuerzas armadas de La Cava fue porque la sociedad le reclamaba seguridad en los trenes. Y allá fueron los gendarmes a custodiar las estaciones.
No se extrañen que ahora se dé la inversa: es decir, que saquen -o al menos reduzcan el número- de gendarmes en las estaciones de trenes, porque tienen que custodiar las villas de San Isidro para que los vecinos se sientan más seguros. Y, por ende, empiece a hablarse de olas de robos en los andenes.
No hay que pensarlo mucho: esta gente en serio cree que hay "sensación de inseguridad", por lo tanto, toma medidas tendientes a crear "sensación de seguridad". El primer paso para solucionar un problema es admitirlo. Si no vamos por ese camino, estamos fritos. 

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